Llegan las medidas de Ajuste del FMI. Nefasto.



La historia se repite. El fondo presiona por un ajuste aún más duro.



Esto nos llevó a la gran crisis del 2001. Y todos sabemos el resultado.
Estamos a tiempo para decir no al ajuste.

Compartilo.
Fuente: Tapa diario Clarin 8 de enero de 2000

Semana económica. Si esto es lo que realmente ha comenzado a pasar desde hace algunas semanas, con la evidente salida de capitales del país, recurrir al Fondo Monetario Internacional representa la incapacidad que tenemos como Estado de ordenar las cuentas públicas por nosotros mismos.
Los economistas de cuño liberal suelen repetir una frase cual muletilla: el ajuste que no se hace por voluntad propia, lo termina imponiendo el mercado. Y por las malas.
Si esto es lo que realmente ha comenzado a pasar desde hace algunas semanas, con la evidente salida de capitales del país, recurrir al Fondo Monetario Internacional representa la incapacidad que tenemos como Estado de ordenar las cuentas públicas por nosotros mismos.
Abrir una línea de crédito con el FMI, a manera de rescate, implica ceder soberanía a la hora de decidir qué, cómo y cuándo recortar los gastos excesivos. Que los hay, de eso no caben dudas. Lo muestra un déficit fiscal alto que el Gobierno soñó con ir reduciendo gradualmente, con la vista buena de los mercados. Pero el capital opera por interés y no por amistad. Cuesta creer que la gestión Macri ignorara este principio básico del universo financiero. Como bien lo describe la fábula, el escorpión igual picó a la rana.

Por estas horas en que el pedido de un crédito al Fondo ha sido analizado a pelo y contrapelo, disparando innumerables versiones, queda cierta sensación de perplejidad. Las preguntas se agolpan: ¿Era realmente necesario acudir al FMI o fue una maniobra apresurada? ¿En tal grado de vulnerabilidad estaba la economía argentina? ¿No se podía hacer frente a la corrida bancaria? Si el ministro de Finanzas, Luis Caputo, enfatizó que había obtenido financiamiento por el 80% de las necesidades del Estado para este año, ¿conseguir los u$s 9.000 millones restantes a una tasa lógica era imposible?

Como dicen los especialistas, a comienzos de año Wall Street comenzó a cerrar el grifo del financiamiento para la Argentina. Ya en enero y febrero no hubo chance de colocar deuda. Eran los estertores del gradualismo. La corrida bancaria y la salida de u$s 4.500 millones en un par de días no hizo más que confirmar el escenario. Pero, sin embargo, las reservas del Banco Central aún tienen u$s 56.000 millones. Un nivel elevado como para ir corriendo al Fondo.

El relato de Cambiemos se desplomó como un castillo de naipes. Aquella idea, tal vez ingenua, de aplicar un programa de ajuste fiscal gradual financiado con endeudamiento externo tenía patas cortas, y de barro. El primer chaparrón deshizo lo planeado. Ahora el ajuste lo dictará el Fondo, con puntos y comas.

Recurrir al FMI es una derrota bajo todo concepto. Al mirar para atrás surgen otras preguntas: ¿podría haberse evitado el Estado el desfinanciamiento si no quitaba de cuajo las retenciones al agro? ¿Podría haber esquivado la corrida bancaria si mantenía las regulaciones anti capital golondrina? ¿Podría haber tenido algunos dólares más a la mano si no le hubiera permitido a los exportadores dejar las divisas en el exterior?

Lo que viene es un albur, pero sin embargo el futuro puede imaginarse en su trazo grueso. Las línea de crédito del FMI tienen condicionamientos y Argentina deberá cumplirlos. El organismo es afín a la flotación del tipo de cambio, con lo cual se vislumbra un dólar cercano a los $ 30 en el corto plazo. Que ante estos vientos devaluatorios Elisa Carrió le pida al campo que liquide divisas parece un pase de comedia, pero es casi una tragedia.

En los corrillos financieros se cuenta que los empresarios de todos los sectores, agropecuario incluido, están comprando los dólares ahora, antes de que vuelva a disparase su cotización. Si esto ocurre, pensar en una inflación anual del 15% también es ridículo. Esa meta fue sepultada con la corrida bancaria. Lo sufrirán los sueldos, que se negociaron bajo ese parámetro para 2018.

Cuentan los expertos que el FMI aceptará las altas tasas de interés, aunque desde el comienzo no aprobó el esquema de metas de inflación para la Argentina. El impacto negativo en el financiamiento del sector productivo será inevitable y se planchará la economía. Hay pymes a las que tomar crédito ya les cuesta un 60%. Como consecuencia de todo esto mermará la creación de empleo.



En medio de este clima de incertidumbre, el martes será un día clave: vencen las Lebacs por un monto cercano a los u$s 30.000 millones. El mercado secundario, nervioso, ha dado muestras ya de su desesperación y desarma posiciones en pesos. Del nivel de renovación que se produzca ese día depende en buena medida la suerte de lo que se está negociando.

La bomba de las Lebac era mucho más que una frase metafórica. Se estima que el Gobierno negocia y/o presiona a los grandes jugadores del medio local para que la renovación se haga efectiva. También algunos analizan la posibilidad cierta de limpiar el pasivo del Banco Central mediante la emisión de un bono atractivo para los inversores, reduciendo así el déficit cuasi fiscal. Por ahora son todas conjeturas.

El pedido de auxilio al FMI se transformó en un titular que dio la vuelta al mundo. Los capitales tan esperados ya no vendrán tal como lo afirmaba el Gobierno. Tal vez lo hagan algunos, en sectores puntuales de alta rentabilidad, como el energético.

La gestión Cambiemos parece descascararse, víctima de su propia tibieza. No es plenamente liberal, como muchos esperaban, ni desarrollista como gustaba caracterizarse durante la campaña electoral. Ahora el Gobierno tiene frente a sus narices el desafío que no quiso o no supo enfrentar: lo obligarán a ensayar un severo ajuste. ¿Estará a la altura de las circunstancias? ¿La sociedad podrá soportarlo? Para su suerte, en un mes comienza el Mundial. Esa copa maravillosa, somnífero adormecedor de consciencias colectivas.

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